Un heterogéneo distrito constituido por el esfuerzo, labor y talento de una ciudadanía que lo enalteció en múltiples campos, desde lo cultural, deportivo, emprendedor y científico. Hermes Molaro fue uno de ellos. Introspectivo, evocó cada aspecto de su biografía en un pensamiento pendulante hacia su presente prometedor en el contexto del 132º aniversario de Florencio Varela.

“Si yo no me hubiese inscripto en el taller de Teatro que dictaba Roberto Cesán en la Casa de la Cultura, no hubiese aparecido en mí la idea de ser actor”, afirmó quien interpretó “Los de la mesa 10” de Osvaldo Dragún, una puesta en escena que lo impulsó a irse “a la gran ciudad”. Comprendió que “si quería progresar y desarrollar lo que me pasaba por dentro, tendría que explorar otros lugares”.

El ascenso fue tangible. En 2013, protagonizó “Como si fueran sombras de sombras”, dirigida por Ana Jusid -prima del cineasta Juan José Jusid-. “Mi primer unipersonal. Un espectáculo de poetas argentinas e hispanoparlantes: fue una escuela todo el proceso de creación. Un desafío enorme sostener textos tan profundos”, explicó Molaro quien una vez más volvía a encontrarse con su tierra natal. Cerraron el ciclo con una función en el partido, a la que calificó como “especial” para concluir con un eslabón “transformador” en su trayectoria.

Describió a la actuación como “una cualidad humana” y a sí mismo como “actor”. Pero cada palabra sostuvo una conexión con una tarea reflexiva. “Cada expresión artística que realicé, portó la savia del Tarumá, el sello de mi tierra e identidad”, sentenció sobre la impronta que la génesis siempre rubricó en cada persona.

El niño que jugaba sobre las vías muertas que bordeaban el antiguo zoológico, pateaba en los potreros y solía esconderse por los bosques del Museo Provincial “Guillermo Enrique Hudson” llegó a una de las calles emblemáticas para las artes dramáticas: Av. Corrientes. De miércoles a domingos, inició la temporada de Verano 2023 de Buenos Aires con “La lección de anatomía”.

La determinación de sumarse al proyecto estuvo vinculada a lo “extra-ordinario a nivel físico y emocional que nunca había vivido hasta ahora”. Los requisitos para emprenderlo fueron “ser muy valiente, tener mucho coraje”. Los roles en el guión fueron rechazados por figuras de renombre. Lo que a otros alejó, a Hermes lo cautivó. “Un ejercicio constante de autovaloración y conciencia de los mandatos sociales”, narró respecto a un reto diario del libreto.

Pero otro aspecto abordado fue el deporte: a los 3 años, comenzó con Judo. “Era un nene grandote e inquieto. Mi mamá no sabía dónde llevarme. Joaquín Piñeiro, un recordado sensei del Instituto Atenas de la calle Alberdi, aceptó que comenzara las prácticas”, rememoró. Tras un impasse en los entrenamientos, volvió durante su temprana juventud a la disciplina y compitió a nivel federal en el Campeonato Argentino en Tucumán.

En la adolescencia, la huella familiar también tendría su capítulo. Un papá campeón argentino en Remo en la categoría 2 par sin timonel y su hermana nadadora federada del Club Independiente de Avellaneda, a quien siguió en sus pasos. “Una de las mejores decisiones que tomé en mi vida, me cambió el físico y la personalidad para mejor”, expresó.

El Club Varela Juniors lo vio zambullirse por primera vez. Su paso por un equipo de Villa España y la Universidad Nacional de Quilmes fueron claves. A mediados del 2022, los actuales entrenadores del mencionado establecimiento local lo incentivaron en su vuelta. “Me convencieron y volví a ponerme las antiparras para ayudarlos a subir al podio del campeonato master de natación. Lo logramos”, evocó.

Ambas esferas mantuvieron un denominador común. “La contingencia de los resultados”, señaló. “Nadie me aseguró que, tanto en el arte como el deporte, iba a ganar o a conseguir los objetivos planteados por más laburo y esfuerzo invertido”, manifestó sobre un argumento donde también valoró “procurar hacerse de buenos equipos”.